CUANDO LA HISTORIA FAMILIAR SE REPITE

El punto donde todo puede cambiar

“~La historia de la familia era un engranaje de repeticiones irreparables, una rueda giratoria que hubiera seguido dando vueltas hasta la eternidad, de no haber sido por el desgaste progresivo e irremediable del eje.”

— Gabriel García Márquez, Cien años de soledad

Hay momentos en la literatura que parecen escritos con la precisión de una teoría psicológica. Gabriel García Márquez, sin ser terapeuta, capturó en Cien años de soledad uno de los principios fundamentales de la psicología sistémica familiar: la repetición transgeneracional. Es decir, cómo las familias giran una y otra vez en torno a patrones invisibles, como si repitieran una coreografía aprendida sin saber cuándo ni por qué.

Esta frase, una de las más potentes y simbólicas de la novela, nos habla de algo que muchos vivimos sin darnos cuenta: las repeticiones silenciosas dentro de nuestras familias. Hay historias que se heredan como si fueran leyes invisibles: formas de amar, de discutir, de guardar secretos, de sufrir o de callar. Y esas formas se repiten de generación en generación, como una rueda que gira sola, una y otra vez.

El eje de la historia familiar

¿Cuál es el eje en los Buendía?

En el fragmento, García Márquez habla de un “eje” que mantiene girando ese engranaje familiar. Ese eje puede ser muchas cosas: una figura dominante (el abuelo, la madre fuerte, el hermano protector), una creencia compartida (“aquí nadie habla de lo que duele”, “los hombres no lloran”, “el amor todo lo soporta”) o un secreto que todos conocen pero nadie nombra. Mientras ese eje se mantenga firme, la historia sigue su curso repetitivo. Nadie cuestiona, nadie interrumpe, todos giran dentro del mismo patrón.

En el universo de Cien años de soledad, el eje que sostiene este sistema repetitivo es la soledad como destino emocional heredado. Cada generación de los Buendía repite formas de aislamiento: amores imposibles, vínculos frustrados, silencios prolongados, búsquedas inalcanzables. Es un eje afectivo que atraviesa a todos: desde la obsesión de José Arcadio Buendía, hasta la incomunicación del último Aureliano. La repetición de nombres (José Arcadio, Aureliano, Remedios) no solo es literaria, sino simbólica: nadie logra ser verdaderamente nuevo.

Cuando ese eje de soledad ya no puede sostenerse, cuando el lenguaje se agota y los nombres se repiten sin sentido, el sistema colapsa. En la novela, no hay redención: el desgaste no lleva a una transformación consciente, sino al fin. Pero en la vida, ese mismo colapso puede ser una invitación a romper el ciclo y a comenzar algo distinto.

Cuando el sistema busca equilibrio, aunque duela

En psicología familiar se habla de sistemas que buscan equilibrio. Es decir, cada familia encuentra una forma de funcionar que mantiene todo “en orden”. Pero a veces ese orden es injusto, doloroso o agotador. Aun así, se sostiene porque es lo conocido. Por eso muchas veces se repiten los mismos problemas: parejas que se parecen a las de los padres, silencios que se transmiten, roles que se heredan sin querer. Es una forma de lealtad inconsciente: repetimos para pertenecer.

El que carga el desgaste

En algunas familias, hay una persona que sin saberlo empieza a sentir el peso de esas repeticiones. Puede ser alguien que se enferma, que rompe con las expectativas, que se rebela, que se aísla o que empieza a hacer preguntas incómodas. Esa persona, sin proponérselo, se convierte en el “eje desgastado”. Es quien ya no puede sostener la historia como estaba. Y eso, aunque doloroso, puede ser el comienzo de un cambio.

Romper el ciclo no es traicionar

Muchas personas sienten culpa por querer vivir distinto a su familia. Pero romper con un patrón repetitivo no es una traición: es una forma de cuidado. Preguntarse por qué hacemos lo que hacemos, por qué amamos como amamos, o por qué guardamos los silencios que guardamos, es una forma de sanar. A veces basta con hacer una elección diferente, con decir una verdad que antes se callaba, con atreverse a no girar.

El desgaste como oportunidad

El “desgaste progresivo e irremediable del eje” no es solo un colapso: es una oportunidad. A veces, cuando ya no podemos más, cuando algo en nosotros dice “basta”, se abre una brecha por donde puede entrar otra manera de vivir. No siempre es fácil, ni rápido, ni limpio. Pero es posible.

Cien años de soledad no nos ofrece una salida redentora. Su rueda se detiene por agotamiento. Pero en la vida real, cada persona que se atreve a mirar su historia familiar con ojos nuevos puede ser ese punto de inflexión. Ese eje que, al desgastarse, abre espacio para que algo distinto comience.

Porque a veces, lo más valiente no es seguir girando, sino saber cuándo parar.

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